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PADDLE SURF EN LANZAROTE

PADDLE SURF LANZAROTE

PLAYAS DEL PAPAGAYO: UNA RUTA INOLVIDABLE PARA HACER SUP EN LANZAROTE  

Hoy viajamos a Lanzarote, uno de los lugares más singulares del planeta. Bendecida por las olas que hacen las delicias de surfistas de toda clase y condición, la isla de César Manrique cuenta también con lugares perfectos para practicar Paddle Surf: la  constelación de playas salvajes del Papagayo es, sin duda, el más mágico y memorable de todos. Feliz lectura y feliz remada.

POR EUSEBIO NAVALES

Lanzarote es la isla más oriental de las Canarias: la primera al llegar de la península y la más cercana al continente africano. Lanzarote es, también, la huella de sus volcanes, y como dice nuestro amigo Guillermo Gatsby, un lugar encantado que parece sacado de una película de ciencia ficción. Hasta tiene nombre de caballero medieval, de caballero del rey Arturo. Aunque “esta última referencia literaria es sólo un espejismo, porque el nombre de Lanzarote llega por otros caminos; el camino del navegante genovés Lanciloto Maloxellos, que arribó aquí hacia el año 1312 y construyó una sólida fortaleza, cuyas ruinas aún pudo ver Juan de Bethencourt un siglo más tarde”.

Lanzarote es un destino muy valorado por los surfistas y no es ningún secreto que su hermoso litoral atesora olas de categoría mundial. Pero la isla que Saramago convirtió en su último y quizá más querido hogar es también un lugar de ensueño para practicar SUP. Para comprobarlo sólo tienes que acercarte a las playas del Papagayo, un paraíso de aguas tranquilas y cristalinas con vistas a la vecina Fuerteventura.

Se trata de las playas más icónicas de Lanzarote, dos kilómetros de sensuales calas de jable dorado que condensan toda la belleza salvaje del Monumento Natural de Los Ajaches, macizo volcánico donde se conjugan picos elevados de hasta 600 metros con barrancos y acantilados que se precipitan al océano, roquedales volcánicos con pequeños arenales dorados y aguas de color esmeralda. Aquí el Atlántico muestra su cara más amable, lo que convierte este pedazo del sur de Lanzarote en uno de los lugares favoritos de submarinistas, amantes del esnórquel y enamorados del SUP.

playas del Papagayo
Playas del Papagayo, Lanzarote

La ruta empieza y termina en la Playa de Las Coloradas, muy cerca de Playa Blanca. Por el camino – ida y vuelta- un paisaje idílico, con el islote de Lobos y las dunas de Corralejo meciéndose en el horizonte. Si eres principiante o no estas en forma, lo mejor es recurrir a una de las escuelas de Paddle Surf de la zona y apuntarte a una ruta en grupo, con monitor y clase práctica incluida. 

CÓMO IR A LANZAROTE

En avión mucho mejor que en barco.  A Lanzarote se llega en vuelo directo desde varias ciudades de la Península Ibérica. Su aeropuerto se encuentra a seis kilómetros de Arrecife, la capital de la isla.

CÓMO DESPLAZARSE POR LA ISLA DE LANZAROTE 

Una vez en la isla, nuestro consejo es alquilar un coche y disfrutar del paisaje que envuelve las carreteras.  El tamaño de Lanzarote es perfecto para explorarla en coche. Cuatro o cinco días son suficientes para recorrer la isla por carreteras no excesivamente transitadas. El alquiler suele incluir seguro a todo riesgo, sin límite de kilometraje, pero siempre es bueno preguntar las condiciones para evitar sorpresas desagradables.

QUÉ VER EN LANZAROTE 

El viaje a la isla de los volcanes  invita a sacar nuestra tabla hinchable de Paddle Surf, a remar y a hacer snorkel por las aguas cristalinas y tranquilas del Papagayo. Pero  también a recorrer a fondo uno de los rincones más singulares y bellos del planeta.  Como dice Guillermo Gatsby, “todo es mágico en Lanzarote: su olas, sus montañas de fuego, sus playas de aguas cristalinas, sus pueblos de casitas blancas, su luz, su aire, ese aire que José Saramago creía que ni la muerte podría arrebatarle…”

Isla de Lanzarote
Isla de Lanzarote

Cierto, nadie debería abandonar esta isla sin caminar por las calles de Teguise,  sin perderse en los paisajes únicos de La Geria, las Salinas del Janubio o el palmeral de Haría y sin rendir admiración al Timanfaya.  Lanzarote también es sus atardeceres desde las playa de Famara o de El Golfo y, por supuesto, César Manrique, su creador icónico. Aquí os dejamos los lugares que  aconsejan visitar nuestros amigos de SingleQuiver:

TRAS LAS HUELLAS DE CÉSAR MANRIQUE

Escribe Juan Cruz en su Viaje a las islas Canarias: “César era un visionario, un artista que modeló una isla hasta hacerla no sólo una isla sino un semejante. Él era una isla”. Es verdad. Lanzarote no sería lo que es hoy sin César Manrique, un artista que entendió la belleza única de esta isla varada en el Atlántico y la necesidad de preservarla.  Él reinventó Lanzarote tal y como la conocemos. La belleza estaba ahí, por supuesto, pasto del viento y del sol, pero Manrique puso en ella el énfasis perfecto, enseñando a los demás a ver lo que no sabían ver. Y prueba de ello son sus intervenciones artísticas.  No hay una ruta establecida, así que mi propuesta es rabiosamente subjetiva:

La Casa de Tahiche.  Tahiche era un pueblo entre volcanes y hoy lo sigue siendo. Aquí, aprovechando los huecos y recovecos que la lava volcánica había creado, Manrique construyó su primera casa. Hoy es la sede de su Fundación y contiene su colección de arte.

El Jardín de Cactus. Un lugar que parece sacado de una novela de Julio Verne, un jardín único que une arte y naturaleza en un anfiteatro de minúsculas piedrecitas volcánicas, con 4500 ejemplares de cactus de 450 especies diferentes.

Los Jameos del Agua. Al norte de Lanzarote, al pie del volcán Monte de la Corona, existe un laberinto de cuevas y túneles volcánicos (jameos) único en el mundo. En uno de esos jameos César Manrique diseñó un espacio asombroso con jardines, una piscina, un auditorio y un pequeño lago. Este jameo avanza hacia el mar a lo largo de seis kilómetros y es la prolongación de la llamada Cueva de los Verdes, cuya entrada se encuentra varios cientos de metros más arriba.

 Casa Taller de Haría. Haría es un pueblecito de belén que se esconde en un valle lleno de palmeras, un oasis inesperado al cabo de los desiertos de lava. Casas y calles, al amparo de tan insólito verdor, se adornan generosamente con flores. Aquí, en esta villa perdida del norte de la isla,  Manrique rehabilitó una casa de labranza como taller y hogar.  

Mirador del Río. El Río es el brazo de mar que separa Lanzarote de La Graciosa. Allí, en los acantilados de Famara, Manrique transformó una antigua batería militar del siglo XIX en un mirador excepcional. Las vistas, desde allí, son de las que dejan huella en la retina: la playa de Famara, el Río y el archipiélago menor, compuesto por La Graciosa, Alegranza y Montaña Clara.

Y por último, tres obras de las que se hablará más adelante: el restaurante panorámico del Parque Nacional de Timanfaya, el Monumento a la Fecundidad y la Casa Museo Monumento al Campesino.

FAMARA, UNA PLAYA Y UNA PUESTA DE SOL DE PELICULA  

Frente a La Graciosa, bajo el Mirador del Río, la playa de Famara es una hermosísima playa de seis kilómetros de arena fina y parda, un paraíso de sal, viento y olas poblado donde reina el surf y el kitesurf. Sus puestas de sol son un placer minucioso: el Risco se tiñe de naranja y rojo y la arena y el agua lo reflejan. A la vera de la playa se encuentra la Caleta de Famara, un delicioso pueblo de pescadores donde uno tiene la sensación de que el tiempo se ha detenido para siempre.

LA GRACIOSA, LA TENTACIÓN DEL AISLAMIENTO

La Graciosa es la isla mayor del archipiélago menor; está, como recuerda Aldecoa en su Cuaderno del Godo, al otro lado del Río azul, bajo el cielo azul, orlada de barcas azules. La Graciosa es, en resumen, una isla pequeñita y rebosante de encanto, con un diminuto pueblo de pescadores donde se concentra la población local y playas hermosísimas, como Las Conchas, en el norte, o La Cocina, en el sur, que invitan a la desconexión más absoluta.

TEGUISE, CASTILLA ENTRE VOLCANES

Teguise es la antigua capital de Lanzarote.  Situada en el mismo centro estratégico de la isla, Teguise perdió la categoría de capital en el siglo XIX en beneficio de Arrecife, pero aún conserva en perfecto estado su viejo y bellísimo aire colonial. Sus calles y plazas, sus casas señoriales, sus iglesias y conventos recuerdan a Castilla; y no deja producir una emoción extraña encontrar un lugar así en una tierra rodeada de volcanes, con una arquitectura que, como Betancuria en Fuerteventura, prefigura el modelo de la que se desarrollaría en América.

TIMANFAYA, LA MONTAÑA DE FUEGO

Ya lo hemos dicho. Lanzarote es la memoria de sus volcanes. Las explosiones de lava y fuego de la terrorífica erupción de 1730 enterraron once aldeas situadas en lo que hoy es el Parque Nacional de Timanfaya. Todo desapareció. El torrente embravecido de lava cubrió la tercera parte de la isla. Todo quedó abajo, aprisionado por las piedras ardientes, petrificado por los siglos. Como dice Claudio de la Torre en su clásica Guía de Lanzarote, en capas profundas, donde antes existió un poblado, brota todavía alguna fuente, único signo de vida escondida. Como escribe  Aldecoa en su Cuaderno godo, la Montaña de Fuego está batida por los vientos, pero ni los vientos ni los años han logrado enfriar la montaña. Si lloviera, la montaña quedaría velada por el vapor.

Nadie debería irse de Lanzarote sin llegar a este paraje de tragedia y belleza. A la Montaña de Fuego la rodean otros volcanes de diversos colores: dorados, rojos, negros, grises. Timanfaya es un volcán rojo, como el fuego que iluminó las noches durante seis años, pero el petrificado mar de lava que se extiende a sus pies parece de ceniza.

La puerta al Parque Nacional de Timanfaya, el Islote de Hilario, se encuentra muy cerca de Yaiza, un blanco y encantador  pueblo de Lanzarote que se quedó al borde mismo del infierno.  El Islote de Hilario, majestuoso vigía sobre un mar de lava donde encontramos el restaurante panorámico  creado por César Manrique, es el lugar de partida de la Ruta de los Volcanes: un recorrido en autobús de 14 kilómetros por una estrecha carretera diseñada entre volcanes dormidos y paisajes imponentes.

LA GERIA, VIÑEDOS Y BODEGAS

La Geria es el ejemplo más asombroso de capacidad de adaptación y supervivencia que conozco. Se trata de una inmensa llanura, con ligeras ondulaciones, inundada completamente por las cenizas volcánicas de la violenta erupción del siglo XVIII. Debajo están los primitivos campos de cultivo, las residencias señoriales, los modestos caseríos… Claudio de la Torre explica el origen de este singular paisaje donde las vides plantadas por los supervivientes de la catástrofe de 1730 se han adaptado de maravilla al planeta negro creado por los volcanes o dragón de Lanzarote:

“El obispo Dávila, propietario entonces de casi toda la región, propuso que se quitaran a lomo de camello las cenizas caídas sobre sus tierras. Pero avergonzado quizá de su candorosa iniciativa, en el afán de salvar las rentas “por precisarlo así la Santa Iglesia”, dictó nuevas disposiciones para las labores del cultivo, que consistían en ahondar en las cenizas hasta encontrar la tierra”.

Ese fue el origen de los hoyos, y, con el tiempo del singular, cautivador y productivo paisaje de La Geria, una oscura inmensidad volcánica salpicada de vides  que, protegidas del viento por pequeños muros circulares, dan un vino muy particular.

Un buen punto de partida para conocer las negras soledades de La Geria es el Monumento a la Fecundidad, también de César Manrique, que se encuentra entre Mozaga y San Bartolomé. El monumento rinde homenaje al campesino local, sin cuyo esfuerzo el prodigio de La Geria no existiría. A su lado podrás ver otra de las obras icónicas del artista canario: la Casa Museo al Campesino, un pueblo en miniatura que evoca la arquitectura tradicional de la isla.

CHARCO DE CICLOS, LA LAGUNA ESMERALDA

Otro rincón para filmar una película de ciencia ficción. El Charco de los Ciclos  es un antiguo cráter que perdió su otra mitad, una depresión volcánica en la que se ha formado una laguna de aguas verdes. Un lugar inolvidable. Si cierro los ojos aun puedo verlo: el verde de la pequeña laguna que, a medida que cambia la luz, se descompone en tonos diferentes, las olas blancas de la orilla, la arena negra  de la playa y de las rocas, el azul del mar y del horizonte…  Al Charco de los Ciclos se llega también desde Yaiza, siguiendo la carretera LZ 704.

SALINAS DE JANUBIO

Cerca del Charco de Ciclos quedan las Salinas del Janubio, las salinas más extensas de las islas Canarias. Un paréntesis blanco entre tanto ocre y negro volcánico. Un espacio fantasmagórico. Un espectáculo surrealista que parece sacado de un cuadro de Dalí. 

PLAYA DEL PAPAGAYO

Todas las playitas de Yaiza son una invitación al baño tranquilo, pero si tuviera que elegir una, me quedaría con la playa del Papagayo, un pequeño arenal con forma de media luna que ocupa una bahía diminuta de aguas verde esmeralda. Sobre la loma que vigila la cala, un chiringuito perfecto para disfrutar la puesta de sol con una cerveza bien fría en la mano.   

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